miércoles, 8 de febrero de 2012

El bosque de las letras





A Virgilio no le gustaba leer. Así que en cuanto la profesora, la señorita Esperanza, les dijo aquello, se armó la revolución.
–Este trimestre vamos a leer este libro, y después vendrá el autor.
El libro que tenían que leer era de los “gordos”. Y sin dibujos. Virgilio cogió la dichosa novela y empezó a leerla. Una página. Dos. Ni siquiera se dio cuenta. A la tercera ya estaba enganchado. Al cerrar el libro, tuvo un extraño sentimiento de pena.
El día que el escritor fue a hablar al colegio, Virgilio se sentó en primera fila. Al terminar la charla, la clase entera formó una cola para que les dedicara los correspondientes libros. Virgilio esperó a ser el último.
–Quería hablar con usted. Su libro es el primer libro que leo entero y me gusta. Quiero que me diga títulos de novelas suyas o de otros autores. El autor del libro se lo quedó mirando con seriedad.
–Tú deberías leer El Libro. El Libro únicamente puede leerse en la biblioteca pública. Tú entra, dirígete al bibliotecario o bibliotecaria, le dices que te envío yo y que quieres leer El Libro. Nada más.
Virgilio salía de la escuela aún conmocionado por las palabras del escritor. Iba a cruzar la calle, envuelto en sus pensamientos, cuando de pronto, al levantar la cabeza, se quedó mudo. Allí, frente a él, en la acera opuesta, en el mismo lugar por el que pasaba cada día cuatro veces, dos al ir a la escuela y dos al regresar, vio el letrero. Una biblioteca. Lleno de entusiasmo, feliz, cruzó la calle a la carrera.
La biblioteca era cuadrada y tenía tres pisos. El techo, de cristal labrado, era lo más bello que Virgilio recordase haber visto jamás. Precisamente mirándolo absorto, casi ni se dio cuenta de que ya había llegado hasta el espacio ocupado por la bibliotecaria. Virgilio se detuvo frente a ella.
–Buenas tardes. Quería… –Virgilio tragó saliva–. Quería El Libro.
A la señora le cambió la cara.
– ¿Quién te envía?
–Me envía el escritor.
–Al fondo –señaló ella.
Virgilio volvió la cabeza. Había una puerta. Caminó con paso vacilante e inseguro. Puso la mano en el tirador de la puerta y lo movió hacia abajo. La hoja de madera cedió sin apenas empujarla. Primero no vio nada, porque todo estaba en penumbra, pero al abrir un poco más fue naciendo una luz y vio algo. Un gran libro, enorme y grueso, de tapas duras. Le llamaba. Su mano rozó las cubiertas del libro. “El fabuloso mundo de las letras.”
Apenas si levantó la cubierta un milímetro, un destello de luz emergió de ella.
Levantó la cubierta un poco más. Y a medida que la luz aumentaba en intensidad, las paredes de la habitación comenzaron a desvanecerse. ¿Estaba soñando? Había creído vislumbrar algo más allá de ellas, como si se esfumaran sin más, haciéndose invisibles. Y en lugar de esas paredes había visto algo parecido a… ¿un bosque?
Respiró a fondo. Y abrió la cubierta de golpe.
Todo cambió súbitamente. El entorno se convirtió en un vergel, un gran jardín lleno de flores y plantas, con una vegetación exuberante y agreste. Era un bosque sí, pero un bosque formado por…
–¡Ahí va! –manifestó boquiabierto.
Pasó entre los árboles. Unos representaban claramente una letra, casi era un juego intuir a cuál se parecían otros. Virgilio hubiera jurado que las letras, es decir, los árboles, estaban vivos. Por eso les habló.
–¡Hola!
Los árboles en forma de H, de O, de L y de A agitaron sus ramas de manera apenas imperceptible. ¡Le estaban contestando!
–¿Dónde estoy?
Le costó “leer” la frase entera, porque se movieron muchos, aunque sincronizadamente, uno tras otro. “E.N.E.L.B.O.S.Q.U.E.D.E.L.A.S.L.E.T.R.A.S.” Virgilio se acercó a un árbol en forma de V. La V era la letra que más le gustaba. Al posar la mano sobre él, sintió que el árbol se estremecía.
En alguna parte había leído que cuando abrazas a un árbol, te llenas de su energía. Te inundas de ella, porque el árbol está en contacto con la tierra. Virgilio nunca se había abrazado a un árbol. Así que lo hizo. Abrazó al árbol V con todas sus fuerzas. Y supo que era verdad, porque fue como si recibiera la más energética de las corrientes.
–Gracias –le susurró al árbol V–. He de irme.
“A.D.I.O.S.”, le desearon los cinco árboles respectivos.
Buscó el camino por el que había entrado. A lo mejor volvía a pasar por allí, aunque algo le dijo que no, que todo aquello era único. Fascinante pero único.


Preguntas:
  1. ¿Quién es el protagonista de la historia?
  2. ¿Por qué tenía que leer un libro?
  3. ¿Qué le ocurrió al protagonista cuando empezó a leer el libro que les mandó leer la profesora?
  4. ¿Qué lugar reconoció Virgilio después de hablar con el autor?
  5. ¿Cuántas veces pasaba por allí al día?
  6. ¿Dónde encontró Virgilio El Libro después de hablar con la bibliotecaria?
  7. ¿Qué título aparecía en la cubierta del libro?
  8. Explica qué sucedió cuando Virgilio abrió por fin El Libro.
  9. ¿Lo que le ocurrió a Virgilio al abrir El Libro era real o era un sueño?
  10. ¿Te parece posible viajar a lugares imaginarios a través de un libro?
  11. ¿Qué nos querrá enseñar el autor con esta historia?
  12. Imagina que entras en el Bosque de las Letras. Escribe qué conversación mantendrías con los árboles.
  13. Imagina que tú también entras, como Virgilio, en el Bosque de las Letras. Escribe cómo te sentirías allí, las preguntas que te gustaría hacer a los árboles y qué crees que te responderían ellos.
  14. ¿Crees que cambiaría la opinión de Virgilio sobre la lectura después de lo que le ha sucedido en el Bosque de las Letras? ¿por qué? ¿Qué opinará ahora de los libros?
  15. Comenta con tus compañeros/as cuál ha sido el último libro que te ha gustado especialmente y explica por qué.
  16. Resume con tus palabras la historia que se cuenta en el texto. Después, inventa otro final y justifica tu elección.
  17. Haz un dibujo sobre la lectura.

jueves, 2 de febrero de 2012

El arco iris de ilusiones


N. LAURA: Era una tarde lluviosa pero cálida. El sol se calentaba las gotas de lluvia que aún brillaban en el suelo mojado y la abuelita había decidido salir un rato al parque, a pesar de la humedad. Estaba un poco indecisa porque no sabía qué regalar a sus nietecitas el día del Niño. Mientras iba hacia el parque, pensaba y pensaba.... pero no se le ocurría nada... Piensa que piensa, poco a poco, llegó hasta un banquito un poco mojado por la lluvia ... se veía muy cómodo... lo secó con un pañuelito y se sentó...

NÚRIA:
(mientras ejecuta todos los movimientos dichos por el narrador)
Ahhhh... ¡qué bonito está el día, así lluvioso!, me recuerda cuando yo era niña y jugaba en los charcos.... ¡qué tiempos!... era tan divertido... A ver si aquí en este bonito parque me viene alguna idea... caramba, no sé qué regalar a mis muchachitas ...

EMMA: La abuelita se recostó hacia atrás en el banquito... la verdad es que estaba muy cómoda y ya estaba casi a punto de quedarse dormida.... cuando de repente escuchó un ruido... Del suelo vio levantarse a un.... ¡COLOR!... Se quedó paralizada ...

NÚRIA:
¿Pero qué es esto?... No puede ser... ¿Estaré soñando? (se rasca los ojos y pone expresión de incrédula) ¿quién eres tú?
(El COLOR MORADO se acercó con movimientos muy suaves, la saludó con una reverencia y le dijo)

ANDREA A:
(moviéndose muy elegante alrededor de la abuela, con pasos como de ballet
) Mi querida abuelita, no te asustes... soy el ilustre color MORADO y vengo a decirte que soy el color mááás hermoso que existe... soy muy elegante y ... cualquier cosa que sea de mi color será un excelente regalo... imagínate unas hermosas orquídeas ... las flores son un regalo muy bonito... Debes regalar a tus nietas unas flores de mi color… Mira, pregúntale a las mariposas... (entra la mariposita volando y revolotea alrededor de la orquídea) ellas entienden mucho de flores...

NÚRIA: Es verdad lo que dices... las flores son la alegría del paisaje y a las mariposas les encantan, pero… no sé si serán un buen regalo para mis nietas... déjame seguir pensando...
SANDRA: La abuelita cerró los ojos y entonces sintió un ruido, esta vez más fuerte, como un tambor... era el COLOR ROJO, que bailando muy alegre y feliz se le acercó a saludarla.

ANA F.: (moviéndose como bailando salsa) Abuelita... ¿Cuál es el color más bello, el más brillante y el más fuerte? Soy yo. El fuego es de mi color y sirve para calentarnos cuando tenemos frío; para cocinar ricas galletitas y un montón de cosas más... ¿Qué tal un pintalabios? A las niñas les encanta … ¡ anda abuelita decídete por algo de mi color! 
 
NÚRIA: ¡Ay Dios mío!, el rojo es un color muy lindo... pero no sé qué dirían mis nietas... tengo que pensarlo un poco más...

N. SANDRA: En eso estaba la abuelita, piensa que piensa muy concentrada, cuando de repente escuchó un sonido extraño, como mordisquitos sabrosos... Es el COLOR NARANJA que viene hacia ella.

ANNA G.: (brincando y saboreando una zanahoria)... Abuelita... ¡qué bueno que te encuentro!... yo soy el NARANJA y definitivamente soy el mejor de todos los colores... Represento la salud y las vitaminas... por algo muchas frutas y verduras tienen mi color... ¿Qué te parece un saco de mandarinas? A todos los niños les gusta o una rica zanahoria ... si les regalas algo naranja, crecerán sanas y fuertes... si no mira ese conejito qué fuerte y sano que está... ( sale el conejito saltando)

NÚRIA: Oyeee... no había pensado en ti... de verdad eres muy lindo, pero mis nietas ya comen zanahorias y naranjas casi todos los días... ummmm... no sé... es algo que tengo que pensar muy bien antes de decidirme...

N.HELENA: La abuelita estaba hecha un lío ... De repente … empezó a sentir calor, mucho calor... se quitó la chaqueta y pensó que tal vez el sol había decidido salir a secar los charcos del suelo. Entonces . . . escuchó un sonido brillante, como una campana... se levantó y vio al COLOR AMARILLO.

ANDREA L.: (moviéndose rápido y abanicándose) Abuelita... no te podías decidir porque aún no me habías visto a mí... yo soy el color más claro y rico que existe... sin mí no habría ni luz ni calor. ¡Mira las joyas! Bonitas ¿eh? Pues como todas las cosas valor… son de mi color. ¿Qué mejor regalo que ese? Tus nietas brillarán como soles con algo amarillo. ¡No le des más vueltas y decídete!